Netflix está en crisis. O eso parece según los últimos acontecimientos anunciados por la propia plataforma en un ejercicio de ‘transparencia’.
Durante el primer trimestre de 2022 perdió por el camino 200.000 suscriptores de un total de 222 millones.
Ellos lo achacan a dos motivos: la suspensión del servicio en Rusia y el compartir cuentas (quizás por la subida de las tarifas ). Después vino el bajón en Bolsa, un 62% en lo que va de año .Cifras aparte, lo que también está en juego es la percepción que tiene el público de Netflix, o sea, la buena o la mala fama. Y en las plataformas, al no haber publicidad (todavía), quienes pagan las facturas son los abonados.
En España, según la consulta audiovisual GECA, Netflix sigue siendo la predilecta (le sigue Amazon Prime Video ).
Netflix, en sus inicios hace una década como servicio de vídeo bajo demanda, se ganó al personal con series de producción propia (al principio solo distribuía de terceros) más o menos arriesgadas como el thriller político ‘House of Cards’ y la ‘dramedia’ carcelaria ‘Orange Is the New Black’. Para ‘House of Cards’, Netflix reclutó a un actor y un director conocidísimos: Kevin Spacey y David Fincher. Netflix necesitaba talento y un moderado riesgo, y pescaba en el cine y la televisión; en nuestro país, el mejor ejemplo es Álex Pina, creador de ‘ La casa de papel’ .
Pero esta apuesta por la calidad, aunque reconocida por los premios, no siempre se traducía rápidamente en audiencia (Netflix da un mes de margen) ni especialmente en suscripciones. Porque Netflix vive de las suscripciones y una manera por aquel entonces de convencer al público de pagar por ver una serie era rescatar títulos prematuramente cancelados; desde una comedia de culto como ‘Arrested Development’ hasta un policíaco como ‘The Killing’ pasando por un wéstern como ‘Longmire’. En España pasó con ‘Paquita Salas’, ‘La casa de papel’ e incluso ‘Toy Boy ‘.
De rescatar series ajenas a cancelar las propias
Netflix, de rescatar series de la competencia, pasó a cancelar las suyas propias como ‘The OA’, una radical propuesta de ciencia ficción, ‘Día a día’, una comedia clásica y familiar, o ‘Sense 8 ‘, de las hermanas Wachowski, que además servía como escaparate LGBT. A veces, se quedan en el limbo como ‘Mindhunter’. Si Netflix ya no garantiza la continuidad de su serie favorita, el suscriptor pierde la confianza. ¿Por qué invertir tiempo (y dinero) en algo que no tendrá un final apropiado?
Las series duran muy pocas temporadas
Otra cuestión es la longevidad de las series originales de Netflix. ‘House of Cards’ duró seis temporadas; ‘Orange Is the New Black’, siete. ‘Grace and Frankie’, otra comedia clásica y familiar, terminará la próxima semana con siete temporadas, pero ni siquiera alcanzará el centenar de episodios. A Netflix no suele salirle rentable renovar sus ficciones propias más allá de la tercera temporada; no sólo porque hay que pagar más a los profesionales, sino también porque muchas suscripciones no se realizan por nuevas temporadas (hay excepciones), sino por nuevas series. ¿Cuánta gente se suscribió a Netflix para ver ‘Gambito de dama’ o ‘El juego del calamar’? Esto explica la creciente apuesta de Netflix y del resto de plataformas por las miniseries.
Los capítulos son cada vez más largos
Netflix parecía haber inventado la rueda (maratón de temporadas estrenadas de golpe), pero se parece cada vez más a la televisión tradicional. No solo porque, como la competencia, vaya a introducir publicidad (cuya modalidad será más barata) sino por la duración de cada episodio. Si al principio las series duraban menos de una hora (había excepciones, pues las propuestas más experimentales iban por libre), ahora superan los 60 minutos, como las series españolas. Eso dificulta también ver varios episodios seguidos. El público está redescubriendo el placer de ver un capítulo por semana (la espera, la conversación).
Que series como ‘Stranger Things’ duren cada vez más por episodio (así sucederá con la cuarta temporada) tiene una explicación: Netflix mide ahora las audiencias por minutos. Las series de mayor duración tienen más probabilidades de llegar a la primera línea lo antes posible. Puede que Netflix sea un fenómeno, pero también necesita trasladar al público esa percepción. Con el cambio de medición de audiencia, Netflix se garantiza un récord detrás de otro y por ende titulares. En Netflix, no se trata de cuánta gente ha visto tal serie o película, sino de cuántos minutos han sido vistos. De ahí, por ejemplo, que una de las series más vistas en Netflix España haya sido la telenovela colombiana de 92 episodios ‘Café con aroma de mujer ‘.
Un catálogo lleno de documentales sobre crímenes reales y programas de telerrealidad
Eso también explica la apuesta de Netflix –como estudio– por películas ‘palomiteras’ (como las de Adam Sandler), por documentales sobre crímenes reales y programas de telerrealidad , especialmente de citas. Desde España se ha producido, por ejemplo, ‘Amor con fianza’, una suerte de ‘La isla de las tentaciones’. Porque Netflix, como ya se comentó en ABC , aspira a ser Telecinco y alcanzar el máximo público posible, aunque también esté ‘obsesionada’ con la deficiente ficción protagonizada por adolescentes .
«El público de Netflix es ya tan amplio en países como España y EE.UU. que es prácticamente el mismo que el de la televisión en abierto. El afán legítimo y lógico de Netflix es que millones de americanos lo tengan. La televisión empezó para unos cuantos y en unos años todo el mundo tenía un televisor en su hogar», comentaba el guionista de ‘Toy Boy’ Fernando Sancristóbal. Eso dificulta cada vez más separar el grano de la paja. ¿Cuánto tiempo dedica el suscriptor de Netflix a elegir un título?
Fuente: ABC Play
