“En Puerto Rico nadie duerme. Acá nadie duerme dentro de las casas. Acá no hay vida. Uno vive en una pesadilla constante”.
Internacionales / Bávaro Digital
Puerto Rico.- Un mes después de que un terremoto de magnitud 6,4 afectara al sur de la isla, Margie Orengo no logra salir de ese mal sueño que la afectó a ella y a sus compatriotas el 7 de enero.
Todos ellos persiguen despertar de lo que quisieran hubiera sido un mal sueño que causó miles de dólares en desperfectos y dejó en la calle a cientos de personas, que desde entonces afrontan réplicas diarias.
Estos habitantes veían cómo en un par de segundos las estructuras que los guarecieron por meses, años o décadas quedaban agrietadas completamente, perdiéndolo todo y buscando algún lugar para pernoctar ese mismo día y pasada la noche a esperas del futuro suyo y el de sus familias.
Algunos de esos lugares donde pernoctan los ciudadanos de los municipios de Guánica, Ponce, Yauco, Guayanilla y Peñuelas se ubican en áreas abiertas, como pistas atléticas, estacionamientos o zonas verdes, mientras otros se refugian en escuelas o en carpas habilitadas por el Gobierno y la Guardia Nacional.
“¿Para dónde nos vamos a ir?”, cuestionó Nancy Castro a Efe frente a la tienda de campaña que su hijo le envió desde Estados Unidos y montó en la Pista Atlética Heriberto Cruz en Guánica.
“Con esto que mi hijo me mandó, pues digo que es mi casa”, aseguró Castro, quien en su caseta de acampar suple sus necesidades básicas y cuenta hasta con un computador portátil, donde dice que rebusca información de los temblores y hasta de cómo construir una nueva vivienda resistente a sismos.
La actividad sísmica en la isla comenzó específicamente el 28 de diciembre del año pasado con un temblor de magnitud 5,1 con su epicentro al sur de Guánica, y una profundidad de un kilómetro.
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