Carne en estas fechas. La Semana Santa es un período lleno de simbolismos, tradiciones y prácticas surgidas desde los inicios del cristianismo. Recordar la pasión, muerte y resurrección de Jesús, con toda su carga emocional y espiritual, es para el creyente un momento de reverencia y reflexión, que influye en aspectos tan cotidianos como la alimentación.
La preparación para este tiempo inicia en la Cuaresma, período de ayuno, examen de conciencia y conversión entre los fieles del catolicismo. Luego, tras el Domingo de Ramos, que marca el inicio de la Semana Mayor, los días transcurren siguiendo los pasos del Hijo de Dios. Cada episodio nos acerca a su crucifixión para redimir de sus pecados a la humanidad y a su gloriosa resurrección para darnos la esperanza de la vida eterna.
En Semana Santa la tradición religiosa prevé la práctica del ayuno para honrar el sacrificio de Jesús. Una de las formas de realizarlo es suprimiendo la carne de nuestra alimentación, como una ofrenda, símbolo de humildad y desprendimiento.
Se trata de que el individuo se libere de hábitos o placeres, de allí que el ayuno pueda incluir también privarse de escuchar música, practicar algún pasatiempo, abstenerse de fumar o tomar alcohol, o dedicar tiempo a realizar obras de caridad.
Jueves y Viernes Santo
El Jueves Santo, al conmemorar la Última Cena, así como el Viernes Santo, día en el que se recuerda la crucifixión y muerte de Cristo, la mayoría de los católicos se abstiene de comer carne roja e incorporan en la dieta el pescado, mariscos o alimentos de origen vegetal. Sin embargo, el precepto de abstinencia emanado de la Iglesia limita su práctica al Miércoles de Ceniza (inicio de la Cuaresma) y al Viernes Santo.
Para algunos, la carne roja representa al cuerpo de Jesús crucificado, mientras que para otros este alimento simboliza celebración y abundancia, lo cual es contrario al sentimiento de luto que debe prevalecer al conmemorar los últimos días del Mesías en la tierra.
El contexto histórico define que este tipo de alimentos eran considerados especiales y de difícil acceso, ya que no cualquiera los podía llevar a su hogar. Su consumo, aún en el tiempo presente, constituye un lujo en muchos países o para las clases sociales más deprimidas.
El papa Francisco ha señalado que «no se trata solo de elecciones alimentarias, sino de estilos de vida», exhortando un cambio real en el proceder de los seguidores de la fe católica.
Fuente: nad
