Por: Enrique Loaiza (@enrique.loa)
La tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, son aspectos inherentes de la melancolía, que son nacidas de causas físicas o morales, que hace que quién la padece, no encuentre gusto, ni diversión en nada.
La melancolía surge cuando no es posible aceptar lo sucedido y se hace imposible admitir la ausencia de un ser querido.
Ella hace crecer sentimientos ocultos dentro del corazón, que no se reconocen, sino que se manifiestan por la memorización, a través de los recuerdos pasados a causa de la abundancia de culpa y la falta de perdón.
Esta situación da inicio a un escenario en el que la persona interpreta, el suceso como un asunto personal, no aceptando el presente a costa de aferrarse al pasado, y así sumergirse en los caminos de añoranza. Sin embargo, todo pasa por alguna razón, porque Dios siempre tiene el control.
Durante el período 1322 a.C. se cuenta una historia después de la muerte de muchos de los patriarcas, que fueron jefes o cabezas de numerosas familias o descendencias.
Aconteció que en los días que gobernaban los jueces. Hubo mucha hambre en la tierra. Y un varón de Belén de Judá a causa de la desesperación por la ausencia de alimentos, fue a morar en tierras extranjeras con su mujer y sus dos hijos, en los campos de Moab, lo que se conoce como la actual Jordania.
El nombre de aquel hombre era Elimelec y su mujer Noemí, y sus hijos Mahlón y Quelión. Llegando ellos a los campos de Moab, se quedaron allí. Y pasado el tiempo, Elimelec murió y Noemí quedó viuda con sus dos hijos.
Después de ese acontecimiento, los hijos de Noemí buscaron mujeres para sí. Ambas de origen moabita, una se llamaba Orfa y la otra Rut. Luego al pasar diez años, los hijos de Noemí también murieron, dejando a su madre sin hijos, y a sus mujeres viudas. Según Rut 1: 1 – 5
Aquí comienza el desfavorable desenlace de la vida de Noemí. Aunque, ya de por si se encontraba con una fisura grande a causa de la muerte del esposo.
Abatida por la tristeza sin demostrarla a sus nueras, su vida comenzaba a desmoronarse para llenarse de culpa por la muerte de su esposo y de sus hijos. Pero, Dios tenía un plan para librarla de esa aflicción.
Entonces se levantó Noemí con sus nueras para regresar a su tierra en Belén de Judá y dejar los campos de Moab. Porque, había escuchado que Jehová había enviado provisión para el pueblo, por su gran misericordia. Según Rut 1: 6
En el viaje de regreso, Noemí les suplicó a sus nueras, Orfa y Rut, que regresaran con sus familias. Eran tres viudas afligidas. Noemí las animó para que buscaran la felicidad en su tierra, ya que para ellas como moabitas no lo lograrían en Belén. Orfa se despide de Noemí y regresa a su tierra idólatra, pero Rut le dijo: “No insistas en que te deje porque iré contigo…” Según Rut 1: 16
Moab a Noemí le había dado sustento en tiempos de necesidad. Pero, la amargura de Noemí no le permitía ver las misericordias y bendiciones de Dios. Pues, a pesar de la perdida de sus seres queridos.
El Señor conservó su vida, bendijo de nuevo al pueblo de Israel y la condujo de nuevo a casa, hizo que llegara acompañada, y Rut sería parte de su bienestar en la vejez y la lleva justo en el tiempo de la siega.
Dios tenía un plan para todo el sufrimiento que la abundaba en su corazón, ya que, ella sería la bendición para todos hoy. Noemí tuvo el privilegio de ser la abuela de Obed, los cuales están en la genealogía de Cristo. Aquel que vendría a redimir a los suyos de una vez y para siempre.
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