Por: Eduard Caraballo / Abogado
Hurgando entre las letras, me encontré con la combinación de palabras «Epistemología Digital». No es secreto para nadie que vivimos inmersos en las vorágines vientos de una tormenta digital, de la cual no podremos jamás escapar. Nuestra dependencia de ella es innegable por las infinitas razones que nos hacen adictos a vivir con ella, pues es evidente que la sociedad moderna ya no puede funcionar sin la tecnología y sus derivados.
Según un estudio reciente y nadie lo puede negar, los internautas utilizan las herramientas digitales un promedio de seis horas y cuarenta minutos diarios.
El sistema educativo que hemos transitado no ha dado los resultados esperados. Pues además de su longevidad, el modelo educativo que hemos heredado merece un análisis profundo y una des construcción, tal como lo propuso Jacques Derrida, ya que en nuestra educación es grave y vive en constante agonía, según los últimos barómetros educativos.

Si nos preguntamos: ¿Ha llegado a su fin el modelo de enseñanza actual? ¿Estamos realmente listos para un nuevo e improvisado método digital? Se avecina el uso masivo de las tecnologías, pero esta de moda hacerlo desde las casas
usando avatares como lo hacen en Israel, Corea De Sur y Singapur, y si copiamos este modelo como todo parece indicar, espero que lo hagamos con los resultados deseados, pues sería un desastre hacerlo sin contar con la debida conectividad y con la vocación docente necesaria, pero sobre todo con el conocimiento de los maestros para seguir subiendo en el PISA, y mejorar la calidad de vida de los dominicanos.
Ya existen alertas sobre el uso excesivo y descontrolado de las herramientas digitales en el proceso de aprendizaje. La revolución digital contiene un potencial inconmensurable, pero, al igual que se ha advertido sobre cómo debe regularse en la sociedad, debe prestarse atención similar a su uso en la educación. La tecnología debe emplearse para mejorar las experiencias de aprendizaje y el bienestar de estudiantes y docentes, no para su detrimento.
Es crucial anteponer las necesidades del estudiantado y apoyar a la docencia. Las conexiones en línea no deben sustituir la interacción humana. Como señala Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO.
Eric Donald Hirsch Jr., catedrático emérito de educación y humanidades en la Universidad de Virginia, en su influyente libro La Escuela Que Necesitamos, cuestiona el modelo de enseñanza utilizado a mediados del siglo XX, un modelo que, según él, valoraba más la desigualdad social que el verdadero aprendizaje.
Desde 1932, el filósofo comunista italiano, Antonio Gramsci, ya cuestionaba el sistema educativo que favorecía a la clase dominante. Resaltó que los ricos gozaban de ventajas que los más desposeídos no tenían, comparando este sistema con el modelo educativo de la época, tal como lo menciona el filósofo francés Jean-Claude Michéa en su libro La Escuela de la Ignorancia.
A pesar de los avances, las debilidades del sistema educativo permanecen, incluso en Europa, donde este modelo ya tenía más treinta años de estar en uso cuando llego a las costas del viejo continente. En diciembre de 2015, Monseñor Jesús Castro Marte escribió un artículo titulado Eugenio María de Hostos y la Educación Actual.
En este artículo, Castro Marte detallaba las grandes diferencias ideológicas-educativas entre Hostos y los profesores Meriño, Bonó, García y Billini, respecto al método educativo de la época, el cual sigue persistiendo en nuestro país.
Nuestra educación sigue siendo fundamentalmente verbalista, memorística y confesional, como bien apunta el clérigo. Desde mi perspectiva, poco se ha avanzado en estos aspectos, ya que factores como la falta de compromiso de los sectores más importantes del país y el desdén por parte de los gobiernos siguen obstaculizando cualquier tipo de reforma significativa.
No es una sorpresa que en nuestras escuelas no se nos enseñe a dudar, ni mucho menos a desarrollar un criterio propio sobre los temas que se nos presentan en las aulas, especialmente en la educación básica.
La Epistemología Digital, como sugiere el término, es una verdadera combinación que conjuga lo viejo con lo nuevo, recordándonos que el estudio del conocimiento es un deber fundamental para los seres humanos que buscamos alcanzar el bienestar, del que tanto se habla.
El concurso internacional de estudiantes organizado por la OCDE, más conocido como el Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA por su acrónimo en inglés), coloca a nuestro país, en cada medición trienal, rondando los números 100, ahora 79, lo que recientemente esto se consideró un motivo de alegría; mientras vemos en Singapur un robusto sistema educativo que enseña a sus docentes a pensar de manera crítica y fomenta la
participación en la creación del conocimiento.
Sin embargo, lejos de ser una victoria, este indicador revela que aún tenemos mucho por mejorar en términos de educación, pues estas mediciones solo marcan el resultado más no el modo granulado.
Es cierto que hemos dado pasos significativos al asignar recursos económicos, logrando una comparación mínimamente respetable, aunque el hecho de que llevemos más de diez años destinando el 4% del PIB a la educación aún no se ha reflejado de manera efectiva en los resultados, pero sí en los maestros.