Por: Enrique Loa (@enrique.loa)
La vergüenza, se manifiesta en aquél o aquella que no reconoce que ha quebrantado una norma social, provocada por una emoción que los conduce a ocultar algún defecto, rasgo o acción de carácter propio; entendiéndose que, de ser revelado dicho efecto, provocaría el rechazo de otras personas.
Aquellos buscan siempre justificar su error o censurarlo, ya que, al sentirse expuesto o descubierto, la vergüenza genera rápidas respuestas corporales.
En un período moderno, esta emoción dañina lleva a esconder nuestras fallas y errores y, a menudo, a caer en excesos de autocrítica, posiblemente para prevenir o minimizar el rechazo o la crítica destructiva de los demás.
De manera, que el malestar llega a ser muy incómodo y doloroso moralmente, trayendo grandes consecuencias.
Hace muchos años, en el período 4000 a. C en el libro de los comienzos, relacionado con Adán y Eva, fueron abiertos los ojos de ellos y conocieron que estaban desnudos a causa del pecado cometido. Siendo así, cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales. Génesis 3:7
Sabiendo que, la conciencia de culpabilidad como consecuencia del pecado, condujo a que estuvieran desnudos, como símbolo de la vergüenza, dado que, habían perdido la luz envolvente de la pureza delante de los ojos de Dios.
En efecto, ellos necesitaban cubrir la timidez con inútiles delantales para tapar sus errores, sintiéndose desagradados ante sí mismos, por no cumplir con lo que se esperaba o debería de ser.
En ese momento, ellos oyendo la voz de Dios, que se paseaba por el huerto, al aire del día, Adán y Eva se escondieron de la presencia de Jehová entre los árboles.
Una vez que se descubre el error, la voz de Dios había creado un sonido acogedor y temible en el lugar, y ellos con mucho miedo trataron de justificarse, traspasando la culpa; donde Adán acusó a Eva, y Eva acusó a la serpiente. Sin el reconocimiento de la falla. Génesis 3:8 y 10 – 14
Por eso, la persona que se percata, que ha hecho algo en contra de sus valores, busca la manera de enmendarlo y cambiar las acciones; pues, no existe un arrepentimiento en el momento por el pretexto y la ignorancia de reconocer la presencia divina.
De ese modo, resulta necesario humillarnos ante el Señor, cuando se comete un error, y no sentirnos avergonzados. Porque, “el que encubre sus pecados, no prosperará; más el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia”. Proverbios 28:13
Utilizando palabras claves, como ciertamente me avergüenzo por lo que hecho, he cometido afrenta ante ti, mis ojos se llenaron de impureza y he cometido oprobio, con un sincero corazón que puedan llegar al trono de la gracia de nuestro Señor.
Recordando que, anteriormente Adán y Eva ambos estaban desnudos y no se avergonzaban, porque no había pecado en ellos. Génesis 2: 25
