Por: Enrique Loaiza
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Aprender, consiste en una determinación constante para adoptar de una manera personal, lo que se ejercita en la práctica para poder dar. Aprender, dirige mucho a la mente y al corazón, en el propósito que se desea conseguir a través de la motivación. Pues, aprender es un trabajo arduo, que obtiene grandes beneficios internos; porque se recibe conocimiento hasta lograr emprenderlo hacía lo bueno.
Sin embargo, aprender va mucho más allá de una simple palabra, sino que te motiva a ser una mejor persona cada día más. Y, en ese aprendizaje se adquieren grandes virtudes, que dan un mejor ejemplo a simples solicitudes. Es por ello que, los buenos frutos son sagrados y están alegados de lo impuro. Recordando que, Nuestro Señor Jesús dice: “El hombre bueno del buen tesoro de su corazón; saca lo bueno, y el hombre malo del mal tesoro de su corazón; saca lo malo”. Mateo 12:35
Por eso, se indica a través de estas líneas que aprender hacer lo bueno, nos permite como sabias personas, que tenemos un corazón cargado con grandes tesoros. Y, eso vale mucho más que el oro y la plata. Debido a que, el orgullo, la vanidad y la arrogancia, te exonera del fruto de la gracia.
Por tal razón, es importante aprender en nuestro diario vivir, que cada uno de nosotros podemos seguir esa línea correcta de la verdad, aprendiendo cada día hacer lo bueno, lo que es justo, lo que es digno de honra, lo que es honesto, lo que se encuentra lleno de amabilidad y todo lo que sea de buen nombre. A fin de que, esta sociedad se pueda limpiar y depurar de todo lo malo, que produce iniquidad. Y, pensando en lo bueno, podemos hacer que todo lo correcto, se cumpla en realidad.
Sabiendo que, aprender actuar con generosidad, conduce a una vida llena de mucha prosperidad espiritual. Ya que, ante los ojos de Dios, seremos visto con tal devoción; como agentes coherederos de la gracia del Señor. Porque, caminamos por fe y no por emoción.
