El teletrabajo experimentó un notable crecimiento a partir de 2020 durante la pandemia, cuando un 41 % de las empresas lo implementó como medida preventiva, según una encuesta. Su efectividad no solo impulsó al Gobierno a poner en marcha un plan piloto en siete instituciones, sino que también motivó su inclusión como modalidad a regular en el nuevo Código de Trabajo que actualmente se debate en el Congreso Nacional.
El objetivo de este proyecto es optimizar el tiempo laboral, reducir el consumo de combustible y disminuir el estrés asociado al tránsito. Sin embargo, recientes apagones han limitado esta práctica, especialmente en los días de calor, obligando a muchos trabajadores a regresar a las oficinas. Esta situación incrementa los gastos en transporte y provoca pérdidas de tiempo por los congestionamientos en la ciudad.
En algunos casos, los cortes prolongados de electricidad han tenido consecuencias más drásticas. Jorge Ramírez (seudónimo), un joven de 23 años residente en Nueva Jerusalén, Santo Domingo Este, tuvo que renunciar a su empleo en un call center después de tres meses de trabajar desde casa. Los apagones de hasta seis horas dificultaban su labor, y aunque intentó usar un inversor y trasladarse temporalmente a la casa de un amigo, finalmente desistió y ahora busca un empleo presencial.
Elizabeth Martínez, especialista en bienes raíces, también vio afectada su rutina laboral híbrida. A pesar de contar con un inversor y una pequeña oficina en su hogar, decidió acudir a la oficina debido a los cortes frecuentes en Marbella II, Santo Domingo Este, ya que sin electricidad no podía usar aire acondicionado ni ventiladores.
Mientras algunos trabajadores sufren pérdidas por estas interrupciones, otros se benefician. Las ventas de inversores y baterías han experimentado un notable repunte, generando mayores ingresos para los comerciantes de este sector y mostrando cómo una situación crítica puede crear oportunidades económicas para otros.
