Bávaro, Punta Cana. La mañana del pasado Lunes 24 de Noviembre dejó una estampa que duele y que, lamentablemente, se ha vuelto demasiado común: dos tortugas verdes —especie protegida y de altísimo valor ecológico— aparecieron muertas en la playa de Bávaro, presuntamente tras ser impactadas por embarcaciones de alta velocidad.
Lo ocurrido no es un simple accidente. Es otra señal de que la negligencia humana está custodiando nuestras costas mejor que las autoridades, y de que el desorden marítimo sigue devorando la vida marina ante los ojos de todos.
Una ironía amarga: nuevas señales, pero el mismo caos
Hace apenas semanas se instalaron nuevas señalizaciones en las zonas críticas de la Laguna Arrecifal de Bávaro, un esfuerzo que involucró asociaciones de pescadores, instituciones públicas, entidades ambientales y representantes del sector hotelero.
Carteles grandes, visibles, precisos:
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Zonas de alimentación de tortugas
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Riesgo de colisión
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Límites de velocidad obligatorios: máximo 5 nudos (9.3 km/h)
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Mapa oficial de la Zona de Recuperación Ecológica, protegida bajo la Resolución 0008-2024 del Ministerio de Medio Ambiente
Todo muy bonito… en papel.
Porque la mañana de hoy deja claro que las señales están, pero el respeto no. Y cuando no hay respeto, debe haber vigilancia. Pero la presencia de la Armada Dominicana en el área es mínima, casi simbólica, y el mar lo sabe.
Un mar sin guardianes
La muerte de estas tortugas no es solo culpa de “un bote rápido”.
Es consecuencia de un sistema donde:
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Los límites de velocidad nadie los controla.
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Las zonas protegidas existen, pero no se patrullan.
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El turismo náutico crece, pero la supervisión no.
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Y la Armada mantiene una presencia tan débil que parece trabajar por “horario de oficina”.
Es duro decirlo, pero alguien tiene que hacerlo:
Bávaro tiene un litoral sin guardianes, y cuando no hay guardianes, la vida silvestre paga la factura.
No son “solo” dos tortugas
Las tortugas verdes pueden vivir más de 80 años. Las que murieron hoy tal vez llevaban décadas alimentándose en esta zona, volviendo año tras año a anidar, manteniendo el equilibrio del ecosistema costero.
Perder dos no es perder dos individuos:
es una herida directa a la reproducción, la biodiversidad y el futuro ecológico de Punta Cana.
¿Qué viene ahora?
Seguir llorando sobre cada animal muerto no es plan.
El plan es acción:
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Patrullaje real de la Armada Dominicana, no simbólico.
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Sanciones ejemplares a embarcaciones que violan límites.
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Registro público y obligatorio de rutas, velocidades y movimientos en zonas protegidas.
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Más boyas, más vigilancia, más control.
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Y un mensaje claro: quien maneje un bote como loco, pierde el derecho a operarlo. Punto.
La zona turística más importante del Caribe no puede darse el lujo de tener un mar sin ley
Bávaro–Punta Cana presume ser un destino sostenible, ecológico, responsable. Hoy, la realidad lo contradice.
Si no se toma control inmediato del tráfico marítimo, las tortugas serán solo el primer capítulo de una cadena de pérdidas ecológicas que, tarde o temprano, también afectará al turismo, a los hoteles, a los pescadores y a toda la comunidad.
Porque proteger el mar no es un capricho ambientalista.
Es proteger el futuro económico de la región.






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