Bávaro, Punta Cana.- La llegada masiva de sargazo a las costas de Punta Cana continúa representando un serio problema para la economía local, la industria turística y el ecosistema costero de la región Este de la República Dominicana. Lo que alguna vez fueron playas reconocidas mundialmente por su arena blanca y aguas cristalinas, hoy enfrentan una amenaza persistente que afecta tanto la imagen del destino como su capacidad de recibir visitantes.
Cada día, extensas capas de estas algas marrones cubren la franja costera, obligando a los hoteles a desplegar maquinaria pesada para retirarlas. A pesar de estos esfuerzos logísticos y financieros, la situación parece no tener tregua: por cada tonelada retirada, el mar Caribe trae aún más sargazo a la orilla. Esta lucha constante no solo eleva los costos operativos de los complejos turísticos, sino que también compromete la experiencia del visitante y la percepción internacional del destino.
El impacto no se limita a las grandes cadenas hoteleras. Pequeños comerciantes, artesanos y proveedores locales, cuya actividad económica depende directamente del flujo constante de turistas, están viendo reducidos sus ingresos. Con esta situación visitantes podrían verse en la obligación de optar por modificar sus planes o buscar destinos alternativos menos afectados, lo cual agrava aún más la situación de quienes dependen del turismo para subsistir.
Consciente de la magnitud del problema, el presidente Luis Abinader aprovechó una reciente visita oficial a Francia para solicitar apoyo internacional. Propuso la creación de un fondo regional que permita enfrentar el fenómeno del sargazo con mayor eficacia y coordinación entre los países del Caribe, que también sufren las consecuencias de esta marea marrón.
El sargazo, más que una molestia pasajera, se ha convertido en un desafío ambiental de gran escala que requiere atención urgente y soluciones sostenibles. Mientras tanto, Punta Cana —uno de los motores del turismo dominicano— continúa en estado de alerta, buscando equilibrar la conservación de sus playas con la necesidad de mantener activa su principal fuente de ingresos.






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