Lindsey y Tim Pierce, una pareja de Ohio, celebran el nacimiento de su hijo Thaddeus Daniel Pierce, un bebé sano cuyo nacimiento ha captado la atención mundial. La noticia es que su hijo nació de un embrión que estuvo congelado durante más de 30 años, un lapso de tiempo sin precedentes que ha sido certificado por los médicos como el más largo en dar lugar a un nacimiento exitoso.
Los Pierce, que llevaban años luchando contra la infertilidad, optaron por un proceso conocido como «adopción de embriones». Este proceso les permitió utilizar embriones donados que habían estado almacenados desde 1994.
La historia de Thaddeus une a dos familias. Por un lado, están los Pierce, cuya búsqueda de tener un hijo los llevó a la clínica de fertilidad Rejoice Fertility en Knoxville. Por otro, está Linda Archerd, la mujer que concibió los embriones en 1994 a través de un tratamiento de fecundación in vitro (FIV).
Después de tener a su hija, Archerd se encontró con tres embriones adicionales y, por razones éticas y religiosas, decidió no desecharlos. Durante más de dos décadas, pagó las tarifas de almacenamiento con la esperanza de que algún día esos embriones pudieran tener una oportunidad de vida. Finalmente, encontró la organización Nightlight Christian Adoptions, que la ayudó a encontrar a los Pierce.
Los embriones fueron enviados desde Oregón a Tennessee. De los tres embriones donados, uno no logró descongelarse y otro no sobrevivió a la transferencia. El tercero, el que se convirtió en Thaddeus, fue implantado con éxito en el útero de Lindsey Pierce.
El Dr. John David Gordon, médico de la clínica de los Pierce, confirmó que la transferencia del embrión de casi 31 años de antigüedad es la más larga que ha resultado en un nacimiento vivo. El registro anterior también fue establecido en su clínica, con el nacimiento de Lydia y Timothy Ridgeway a partir de embriones congelados por 30 años.
Este caso reaviva el debate sobre la «adopción de embriones» y el destino de los aproximadamente 1.5 millones de embriones congelados que, según se estima, se almacenan en Estados Unidos. La decisión de la Corte Suprema de Alabama en 2024, que otorgó a los embriones congelados el estatus legal de niños, ha complicado aún más el panorama.
Para los Pierce, sin embargo, la motivación fue personal. «No nos planteamos esto pensando en los récords; solo queríamos tener un bebé», afirmó Lindsey Pierce.
El nacimiento de Thaddeus no solo es un hito médico, sino también un poderoso testimonio de las opciones que la tecnología de fertilidad ofrece a quienes desean formar una familia y una historia de esperanza que desafía los límites del tiempo.






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